«Me cuesta creer que el cambio que ha habido en mi vida no sea un sueño». Laltusi, cocinera de Semilla

«Me cuesta creer que el cambio que ha habido en mi vida no sea un sueño». Laltusi, cocinera de Semilla

La dulce sonrisa de Laltusi es una de las primera cosas que se ve cada mañana al llegar al centro de Semilla en Sigra. Esta mujer de 40 años es una de las primeras beneficiarias del Programa de Mujer de Semilla y la madre de uno de los primeros estudiantes de la ONG en este barrio. Con un marido enfermo que no puede trabajar, es también un ejemplo de lucha y empoderamiento, desde que llegó a Varanasi hace 17 años buscando un futuro mejor para su familia.

Nutrición - slums - Semilla para el Cambio
Laltusi es la cocinera del centro de Sigra. © Andrea Forcada

La historia de Laltusi arranca en una pequeña aldea de Bengala Occidental hace 40 años. La cuarta de un total de seis hermanas y siete hermanos, no tuvo la oportunidad de ir a la escuela porque desde bien pequeña cuidaba de sus hermanos y se encargaba de las tareas del hogar. Para sacar adelante a la familia, su padre conducía un rickshaw y su madre trabajaba como cocinera en diferentes casas. Paradojas de la vida, Laltusi es hoy la cocinera del comedor escolar de Semilla para el Cambio en el centro de Sigra. Cada día prepara el desayuno y la comida para más de 160 niños y niñas, además del equipo de la ONG y el profesorado. “Laltusi es como una segunda madre para todos nosotros, es una luchadora y tiene un corazón increíble”, recuerda Aarti, profesora en el centro.

La relación de Laltusi con Semilla para el Cambio se remonta al año 2011. Fue una de las primeras mujeres de los slums de Sigra que se formó para pintar pañuelos de seda en el Taller de Marina Silk. Actualmente, además de ser la cocinera, también trabaja en el Taller de Artesanía de la ONG elaborando regalos solidarios. “Aún a día de hoy, cuando pienso en el pasado, me cuesta creer que el cambio que ha habido en mi vida no sea un sueño”. Hace 17 años vino a Varanasi para buscar trabajo, su marido había sufrido una parálisis y ella sola tenía que sacar adelante a toda la familia. “Nunca podremos olvidar esta ayuda. No solo yo, sino ninguna de las madres cuyos hijos están estudiando gracias a la ONG”.

Rabiul, el hijo pequeño de Laltusi, es el orgullo de su madre. “Nunca pensé que estudiaría, pero ahora ya está en 9º curso, va en uniforme y en bicicleta cada mañana a la escuela. No necesito nada más en mi vida, cada día que pasa estamos mejor”.