«Ahora que puedo leer y escribir, tengo trabajo y amigas con las que compartir mi día a día, soy feliz»

«Ahora que puedo leer y escribir, tengo trabajo y amigas con las que compartir mi día a día, soy feliz»

Marina nació en Varanasi, tiene cinco hermanos y cuatro hermanas, su madre trabajaba recogiendo harapos y su padre era conductor de rickshaw. Ella contribuía a la economía familiar desde muy pequeña y con solo 10 años su familia la casó, a los 14 tuvo su primer hijo. Hoy tiene una profesión en Semilla para el Cambio y sus hijos estudian en el programa educativo de la ONG.

Marina siempre quiso estudiar cuando era pequeña, pero no tuvo la oportunidad. En su familia pensaban que lo más importante era ganar dinero y estudiar parecía sólo un obstáculo al tiempo que debían dedicar a trabajar. Únicamente cuando cumplió ocho años tuvo la oportunidad de estudiar urdu durante tres meses para poder leer el Korán (el Libro Sagrado de los musulmanes).

Siendo muy pequeña, sus padres arreglaron su boda. Las familias negociaron la dote y llegaron a un acuerdo, pero días antes de la boda, el novio huyó y, nuevamente, las familias se reunieron y decidieron casar a Marina con otro de los hermanos. Pero el mismo día de la boda, éste huyó también. Finalmente, una de las tías de Marina habló con otros parientes que accedieron a que se casara con uno de sus hijos.

Marina, al tercer intento, se casa con diez años. Siguió, sin embargo, viviendo en casa de sus padres hasta los catorce años, edad en la que se trasladó al domicilio del marido y tuvo a su primer bebé. En aquel momento, sus suegros le dijeron que no los querían en su casa y que buscaran otro lugar. Después de un tiempo, Marina comenzó a trabajar recogiendo leña, después como doncella en una casa ganando 250 rupias al mes (unos cuatro euros). «Era consciente de que, si llevaba ese dinero a casa, mi marido lo derrocharía, así que empecé a llevarlo a una pequeña empresa de ahorros. Así, fui guardando mi salario durante cinco años», cuenta Marina.

Con veinticuatro años, Marina ya tenía cinco hijos. «Nunca he sido feliz junto a mi marido —confiesa—. Él nunca ha trabajado con regularidad, malgasta el dinero, nunca jamás ha preguntado si necesitaba algo».

Educación y empleo

Marina se enteró de la existencia de Semilla para el Cambio gracias a una de las visitas de la directora de la ONG, María Bodelón, a los slums. Poco después, sus hijos se convirtieron en beneficiarios del programa de Educación. Ella aprendió a trabajar sobre seda y se unió al proyecto de Marina Silk y, tras tres años, empezó a estudiar gracias al proyecto de Alfabetización. Posteriormente, ha recibido clases de costura y hoy es una de las artesanas del taller de Corte y Confección de Semilla para el Cambio.

«Ahora que puedo leer y escribir, tengo trabajo y amigas con las que compartir mi día a día, soy feliz», asegura Marina. Su marido no trabaja, pero ella se siente orgullosa de poder mantener a su familia. Disfruta conociendo tantas personas nuevas y quiere que sus hijos estudien todo lo que puedan y está dispuesta a apoyarlos si deciden seguir estudiando después de la escuela.

Al igual que Marina, otras mujeres de los slums de Varanasi necesitan nuestros apoyo para cambiar sus vidas. Asóciate a “Con M de Mujer” y avanza con ellas.