“Ponderar las necesidades reales de las familias de los slums aumentaría la efectividad de la ayuda que reciben”

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Leela mantiene un semblante serio y persiste en divagar su mirada cuando no hay conversación que ocupe su atención. Leela Begum es una de las promotoras del proyecto de salud que Semilla para el Cambio desarrolla en los slums de Varanasi, donde decenas de familias viven en improvisados vertederos de la ciudad y trabajan principalmente en la recogida de basura. La potencia de su carácter llano lo canaliza atendiendo las necesidades sanitarias de la comunidad en la que vive. Ella es una de las ocho mujeres que sirven de vehículo entre la ONG y la realidad de su comunidad, pues nadie mejor que ellas mismas conocen sus necesidades, de manera que Semilla para el Cambio las empodera para que sean capaces de desarrollar por sí mismos sus vidas.

Leela es activa e involucrada, como cada semana acude a la reunión que las promotoras de los distintos distritos donde se trabaja mantienen con los coordinadores del proyecto de salud; Vivek Srivastava, y la doctora española Ana Gutiérrez. El ambiente de complicidad se palpa en la confianza con la que repasan punto por punto los temas que les preocupan, algo que repercute positivamente en el funcionamiento del proyecto. Esta semana se ha centrado en llevar un control de los embarazos, se pretende así incrementar el número de mujeres que deciden realizar un seguimiento adecuado de su estado de salud y la del futuro bebé tanto durante el embarazo como en el parto y post-parto.

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Ana y Vivek, coordinadores de salud, trabajan con Leela en los slums./ A.Villén

Leela dedica tanto tiempo a involucrarse por los demás, que no solo está día a día a pie de cañón atendiendo a todo el que se acerca hasta su casa para hacer uso del botiquín que se les proporciona, sino que cuando llega la hora de hablar los pro y contras con la ONG participa enérgicamente en busca siempre de beneficios para su comunidad. Además Leela ha involucrado en ello a toda su familia, ya que los ingresos que ahora recibe no son suficientes para llegar a fin de mes, por lo que su hijo, que hasta entonces estaba matriculado en estudios, tiene ahora que trabajar para ayudar al sustento familiar. Ella ama su trabajo y así lo refleja día a día.

Guerreras como Leela ya piensan en nuevas fórmulas para hacer cada vez más productivo su cometido. Estando cerca de un carisma tan embaucador como el de esta promotora resulta irremediable robarle alguna de las historias que más le han llegado al corazón:

– ¿Qué cambiaría de cara al futuro Leela?

Creo que sería eficaz ponderar las necesidades reales de cada familia, porque aunque todos vivamos en un vertedero y en estas condiciones, hay quienes con la recogida de basura sacan recursos para alimentarse, y hay quien no. Hasta ahora la ONG nos ha tratado a todos por igual, pero ya se ha hablado de la posibilidad de centrarse en aquellos que son más dependientes. Hasta ahora la ONG subvenciona dos tercios de lo que gastamos en salud. Yo propongo que el 70% de esas ayudas vaya a los que no tienen medios para pagar su salud, y al resto se le subvencione solo en un 10%, por ejemplo.

– ¿Y no cree que esto podría suponer un conflicto en la comunidad?

Podría haberlo, es solo mi sugerencia. Pero no podemos comparar a familias que tienen seis hijos y que todos pueden luchar por salir adelante, a familias que como el caso de mi vecina, está ahora mismo enferma, tumbada sobre el suelo de su chabola sin nadie que pueda ayudarla, porque su marido está enfermo también y sus hijos no están aquí. Lleva días sin comer ni beber.

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Reunión semanal de promotoras de salud./ A.Villén

– ¿Compartiría con nosotros una situación en la que haya sentido que su cometido ha merecido la pena enormemente?

“Recuerdo con especial cariño dos historias. Una chica necesitaba una operación de tiroides y no había nadie que pudiera cubrir los gastos en su familia, ella estaba muy grave y su mirada dolía demasiado, fue la ONG quien le ayudó con los gastos. Gracias a ello se pudo operar y hoy en día lleva una vida normal. Hubo otra historia que me llegó al corazón. Una joven de la colonia B que previamente había tenido operaciones estomacales, el médico le había dicho que no tuviera más hijos porque su vida y la del niño corrían peligro. Aún así ella se quedó embarazada y cuando llegó la hora de dar a luz ningún hospital quiso asumir el riesgo que suponía ese parto. Anduve con ella un hospital tras otro, cerrándose cada vez más puertas, y al final el niño nació sano en un hospital de Varanasi gracias a la ayuda de Semilla para el Cambio. Cuando todo terminó estaba abatida pero profundamente realizada y feliz, pues el trabajo duro, llegó a buen puerto”

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