La palabra enfado se quedaría corta para describir lo que siento. No negaré que, por la parte que me toca, sentí un gratificante alivio cuando después de un mes tumbada en una cama y escuchando a los médicos indios preguntándome si podía mover las piernas ante su reiterada insistencia en poder quedarme paralítica, un médico de Barcelona me dijo que se trataba de una leve fisura que necesitaba un poco de reposo y algo de paracetamol.
Un tac, una resonancia magnética y una radiografía realizadas en India mostraban claramente la rotura de mis vértebras, tres pruebas con las que queda excluido cualquier margen de error posible pero no los 300 euros que cuesta cada escáner.
Cuando me dieron el alta me brindaron un corsé, producto de alto coste en India. Su “atención” fue tanta que incluso me asignaron un médico indio acompañante desde Varanasi a Barcelona.
Indignación, decepción, impotencia y rabia, mucha rabia. Pero aún así, aquí me tenéis de vuelta. Porque ni siquiera sucesos como éste pueden destruir las ganas de seguir trabajando en aquello que una cree.
Es un placer volver a casa. Y ahora, en este nuevo año, hay que ponerse en marcha.