“¿Cuándo me dais mi mochila?”


De llegadas e impresiones…

Han pasado dos semanas desde que llegaba al aeropuerto de Delhi y conocía a María, que había venido a recibirme. Dos semanas. Permitidme que me presente. Soy Vanessa, la voluntaria que durante cuatro meses va a tener el honor de compartir con vosotros todo lo que se lleva a cabo desde Semilla para el Cambio en Varanasi, esta ciudad de contrastes.

Llegué a Delhi con el cansancio de catorce horas de viaje y unas cuantas noches en vela. En cuanto pisé estas tierras, todo se aceleró. El tiempo parecía avanzar más deprisa, un minuto abarcaba tantas cosas que siempre había algo que se me escapaba.

Después de un largo viaje en tren, entré en Varanasi con la sensación de haber dado un paso atrás en el tiempo, en la historia. Templos milenarios bañados por las aguas crecientes del Ganges, calles estrechas imperadas por vacas sagradas, niños y hombres sumergiendo sus pecados en aguas conquistadas por las cenizas, olor a humo, olor a extinción, colores vivos, miradas grises, sonidos, mil sonidos… y cautivación. Ansia por atraparlo todo.

Nuevos alumnos para nuevos padrinos
Una vez tanteadas las calles, fui conociendo a su gente. En plena grabación para el programa de TVE Acción Directa, nos dirigimos a la zona suburbial del barrio de Sigra, dónde las familias nos acogieron en sus colonias con una sonrisa y ofreciendo todo lo poco que tienen. Por un momento me imaginé viviendo bajo esas lonas, amontonando el plástico que muchos de los niños se ven obligados a recoger por las calles para el sustento de sus familias. Me imaginé caminando descalza sobre el barro ocasionado por las frecuentes lluvias monzónicas, cuidando de mis hermanos, quemando bolsas de plástico para cocinar algo de arroz en un viejo hornillo de arcilla y viviendo bajo el desconocimiento y las miradas ausentes de mucha gente alrededor.
Y fue allí, entre escombros , cuando me di cuenta de todo el trabajo que requiere luchar por el futuro de esos niños. Semilla para el Cambio apuesta por el punto clave de su desarrollo: la educación.

Estas semanas nos desplazamos alrededor de Sigra, en busca de la mejor escuela para los niños de los suburbios, que van a incorporarse al programa educativo a partir de octubre. Los habitantes de las colonias son conocidos como los “intocables”, palabra que todavía me cuesta digerir como referencia a un ser humano. Nadie les quiere cerca, prefieren ignorarles. No deja de ser chocante encontrar ese grado de discriminación de castas, que obligue a buscar una escuela no muy cercana a sus hogares para evitar cualquier burla u ofensiva por parte de sus futuros compañeros de aula.

Fueron días de largos viajes en rickshaw, esquivando charcos, vacas y recorriendo caminos llenos de baches que derivaban en el agotamiento de cada músculo atento a una posible caída.

Localizado el suburbio, entrevistamos a cada familia. Nos refugiamos de la repentina lluvia bajo sus techos con goteras y nos contaron sus historias. Algunos demostraron más interés y motivación para educar a sus hijos, mientras otros solamente se acercaban a curiosear. Hablamos con familias con salarios que escasamente superan los 100 euros mensuales y con 7 o 9 bocas que alimentar. Muchas de ellas con un padre de familia que después de 12 horas de trabajo pedaleando para el transporte de una carga de unos 150kg, se gasta en alcohol casi todo lo que ha ganado. Cada una distinta, pero todas dentro del límite de la pobreza.

Finalizadas las entrevistas y después de merodear la zona, dimos con la escuela que mejor encajaba con la política que se defiende desde nuestro programa: la calidad educativa. Firmado el convenio de colaboración, acordamos una reunión con la escuela y las familias, para facilitarles toda la información tanto a la contraparte como a los padres.

Queda pendiente ese encuentro para la semana que viene. Han sido días tensos para los habitantes de las colonias. En Varanasi se respiraba el miedo, debido a un veredicto sobre un lugar sagrado que lleva medio siglo sin resolverse y derivando a pugnas entre musulmanes e hindúes . En los suburbios de Sigra, dónde sus familias son musulmanas y con un gran índice de analfabetización, el conflicto agudizó su fuerza ocasionando la marcha temporal de niños y mujeres hacia sus aldeas natales. Regresarán en unos días. Hasta entonces, queda pospuesta la reunión.

Primera reunión de madres
Hacía días que esperábamos el momento, que pensábamos en cada detalle para que cada una de ellas disfrutara del encuentro… y por fin, llegó esa fecha. Fueron llegando, puntuales, con sus mejores vestidos, algunas acompañadas de sus hijos, también arreglados y bien peinados. Primero sonrieron con timidez, escondiéndose bajo gestos de incertidumbre y sentándose con la actitud de quien quiere causar una buena impresión. A medida que el local iba llenándose de asistentes y de miradas de complicidad, se rompió el silencio.

María dio la bienvenida con un breve discurso en hindi que despertó la sonrisa de las presentes. Prosiguió la charla la directora del colegio y la coordinadora, que durante tres horas captaron la atención de unas madres cada vez más conscientes de la importancia de esa reunión. Después de exponer temas de vital importancia para la salud y el progreso escolar de sus hijos, el local se convirtió en un espacio abierto al diálogo, dónde se manifestó tanto la satisfacción como el incremento de confianza por parte de las madres. El agradecimiento se respiraba en sus gestos y en sus ojos. Y se compartió con una agradable cena protagonizada por su deleite y nuestra complacencia.
Después de ese momento, cargado de complicidad , solamente esperamos repetirlo. A partir de ahora, de manera regular.

Arrancan las visitas médicas
Resulta entre entrañable y aterrador ver a una niña de 3 años, con apariencia de 1 añito y medio, con una barriga tan hinchada que no le permite verse ni los pies. Mamta nos tenía preocupados… Siempre con esa mirada perdida, esa actitud adulta, esos sollozos de auxilio que se le clavan a uno en el alma.

Caminamos durante casi media hora, con las madres cargando a sus espaldas el peso de los más pequeños… hasta llegar a uno de los dispensarios de la ciudad de los que dispone Semilla bajo el convenio con una ONG francesa. Los niños fueron examinados por un doctor que detectó, en su mayoría, casos de parásitos y algunas infecciones, para las que se recetaron medicinas que están resultando bien efectivas.
Es indescriptible ver ahora a esa niña reír, avanzar con pasos torpes para jugar, chapurrear palabras en inglés tratando de imitar a sus hermanos mayores cuando estudian la lección o comerse un buen plato de arroz mientras dialoga consigo misma. Aún así, su recuperación completa se dará a largo plazo. Y a su evolución ayudarán las revisiones médicas que desde este mes van a llevarse a cabo en Semilla para el Cambio.

Para una mayor comodidad de las familias y evitar el largo desplazamiento, que únicamente puede darse caminando, Semilla para el Cambio acordó con el Dr. Yogesh Tripathi realizar las visitas en el local de la organización una vez al mes, más cercano a las viviendas de las familias. De esta manera, habrá un control exhaustivo sobre cada niño y se empezará también con el tratamiento de vacunas.

Han sido dos semanas intensas, de mucho trabajo, pero muy compensatorias. El calor húmedo que se respira en la ciudad ha sido un añadido, pero no un obstáculo.

Para finalizar el primer post, quería compartir con vosotros una buena noticia. Tenemos nuevos padrinos! Informaremos pronto de los niños afortunados, algunos de ellos ya impacientes para empezar a estudiar. Me quedé con la ilusión de un niño de los suburbios de Sigra preguntándonos dónde estaba su mochila, manifestando su ansia por empezar la escuela. Ya falta poco.