El trabajo infantil, una lacra contra la que hay que plantarse

El trabajo infantil, una lacra contra la que hay que plantarse

Hoy, ahora mismo, unos 168 millones de niños y niñas de todo el mundo están trabajando. Más de la mitad en trabajos considerados peligrosos.

India concentra el mayor número de esa mano de obra infantil. Algunas organizaciones como Unicef hablan de 10,1 millones de niños/as trabajadores, mientras que otras, como la Child Line India Foundation, elevan la cifra a 11,7 millones.

Son niños de entre 5 y 17 años que trabajan en campos de algodón, en la elaboración de cigarrillos, en el tallado de piedras preciosas, en la construcción, tejiendo, como personal doméstico, en restaurantes y hoteles o recogiendo basura.

Los gobiernos están trabajando a través de políticas de educación primaria gratuita y obligatoria, y prohibiendo el trabajo infantil, pero la realidad es que las medidas no están funcionando. La ley contra el trabajo infantil en India data de 1986 y tiene muchos vacíos legales, por lo que no siempre existen formas efectivas de hacerla cumplir.

En 2015 la Cámara alta aprobó una enmienda a la ley para prohibir el trabajo de menores de 14 años en cualquier empresa comercial, pero que especificaba que “teniendo en cuenta el tejido social del país”, se exceptuaba el trabajo en empresas familiares y granjas fuera del horario escolar y en vacaciones. Esto, en lugar de protegerlos, sólo genera un cambio en el tipo de trabajo: más precario y más trabajo por horas. Además, hasta ese momento, la ley prohibía el empleo de menores de 14 años en 83 oficios y procesos considerados peligrosos, con la nueva enmienda, la prohibición para mayores de 14 años se reduce a sólo tres: minas, sustancias inflamables y explosivos.

El problema, lejos de desaparecer, perdura y en muchos casos se invisibiliza. Está ligado a la pobreza, al analfabetismo, a la falta de concienciación sobre la importancia o el valor de la educación y a políticas gubernamentales poco efectivas. Por eso, hay que seguir trabajando para erradicarlo y evitar que más niños y niñas entren en este círculo. “Es necesario cambiar conciencias, “educar” a la sociedad para que no emplee a niños, algo difícil en una sociedad clasista y castista, pero no imposible –opina María Bodelón, fundadora de Semilla-. También hay que hacer un cambio desde los países desarrollados, con acciones tan sencillas como evitar comprar ropa de marcas que sabemos que usan a niños para su elaboración”.

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©Fernando Alonso

El camino: escolarización temprana

En un informe realizado por la Organización Mundial del Trabajo (OIT) en 2015 analiza algunos de los pasos a dar para luchar contra el trabajo infantil desde el ámbito político y social. Uno de estos pasos es la intervención temprana, “retirar a los niños del trabajo infantil y escolarizarlos”. Y este es el camino que ha seguido Semilla.

Cuando María Bodelón llegó a Varanasi en 2009 y puso en marcha el proyecto de educación para escolarizar a niños trabajadores del barrio de Dashashwamedh, el 80% de los niños abandonaban las clases preparatorias al poco tiempo de comenzar. “Después de vivir una vida sin rutinas ni disciplina, ganando dinero, o ellos no tenía interés por estudiar o no lo tenía su familia. Habían perdido su oportunidad de ser niños”, cuenta María. Por eso, la ONG ha dirigido sus esfuerzos a fomentar la escolarización temprana.

“Fueron sus hermanos y hermanas pequeñas las que, en su mayoría, siguieron en Semilla –explica María-. Esto nos sirvió para darnos cuenta de que debemos empezar a trabajar en las primeras edades, para que estos niños y niñas no empiecen a trabajar y sus padres no esperen de ellos unos ingresos”.

Un año después, en 2010, la ONG extendía su intervención a los slums de Sigra y se elaboraba un censo: el 78% de los niños/as menores de 14 años trabajaban. A finales de 2016, en tan sólo 6 años, el porcentaje había bajado al 43%.

Lo que empezó en 2009 como un pequeño proyecto, con tan solo una veintena de alumnos/as, cuenta actualmente con unos 200 estudiantes escolarizados. Es decir, 200 niños y niñas que no han entrado o han conseguido salir de la rueda del trabajo infantil y que pueden mirar al futuro con esperanza.
El pasado mes de abril, los primeros estudiantes del barrio de Sigra –que cuentan ahora con edades comprendidas entre los 13 y los 16 años- se graduaron en 5º de primaria y cambiaron de colegio. “ Niños de los slums que hasta ahora nadie integraba en la sociedad, ahora van en bus escolar y comparten pupitre con otros escolares. Además, saben usar un ordenador, hablar inglés perfectamente y están felices. Es un logro increíble y me llena de orgullo”, concluye María Bodelón.

Desde Semilla para el Cambio seguiremos luchando para acabar con el trabajo infantil en Varanasi, una lacra que priva a los niños de su infancia, de su potencial y de su dignidad. El cambio es posible, por eso nosotros nos plantamos contra el trabajo infantil. ¿Y tú?